La indecisión

En el post «Somatizar» de la semana pasada comenté cómo una inadecuada gestión de las emociones o conflictos cotidianos, deriva en el padecimiento de síntomas físicos de malestar tales como mareos, déficits atencionales, entre otros.
Hoy me gustaría concretar acerca de una de las causas más frecuentes de dicho malestar: la incertidumbre. La indecisión, ese «no saber qué hacer», es una fuente estresora, ante una situación no resuelta, cuya alarma se oye cada vez con más fuerza durante el día, y que se hace especialmente fuerte por la noche, antes de dormir (aspecto sobre el que profundizaremos en otra ocasión).

 

El hecho de identificar una situación como desagradable, supone que nuestro organismo dispare una alarma sobre algo que debemos resolver. Lo que ocurre es que, como seguro ya sabrás, hay determinados problemas cuya solución no es sencilla y provoca un debate interno sobre cual es la opción más apropiada o «menos mala».
La incertidumbre se traduce en una falta de control y esto en estrés. Todos los seres humanos buscamos controlar lo que sucede a nuestro alrededor con objeto de ganar en tranquilidad y seguridad. El problema viene cuando no aceptamos que, a veces, el control que podemos ejercer sobre determinadas situaciones es limitado: no siempre es posible llegar a una resolución 100% satisfactoria y, por tanto, nos vemos en la tesitura de seleccionar «la opción menos mala».Lo que me gustaría resaltar con este post es el hecho de que decidir siempre es mejor que permanecer en incertidumbre. ¿Por qué? Por que cuando elegimos: definimos una meta, establecemos un tiempo, damos realismo a la situación, somos capaces de dar respuestas coherentes con nuestra decisión… en definitiva ganamos control sobre lo que ocurre.

Una pregunta…

SI NO TUVIERAS MIEDO, ¿QUÉ HARÍAS?

A continuación os muestro algunos ejemplos acerca de este tema:

  • Una decisión que quiero tomar pero con la que creo que mi entorno no estará de acuerdo: ¿es mejor que lo sepan o que no? ¿debo pensar más en mi o en ellos? ¿y si esto me trae más problemas que ventajas?
Lo que nos gustaría es estar de acuerdo, pero si sabemos objetivamente que esto no puede ser, ya tenemos un ejemplo de control limitado. Hay que elegir entre mantener un secreto o defender nuestra postura. La diferencia es que el primer caso nos impone actuar como si nada ocurriera durante X tiempo buscando el bienestar ajeno sobre el nuestro; mientras la segunda supone actuar de forma coherente a nuestro gusto lidiando con opiniones contrarias y buscando la aceptación mutua.
  • Una relación a distancia: ¿voy yo? ¿viene él/ella? ¿hasta cuando podremos mantenerlo? ¿debería ceder? ¿debería pensar en mi?
Que una de las partes se traslade implica un sacrificio. No obstante, esto implica la aceptación de que la relación y los esfuerzos que hagamos por mantenerla lo compensarán. Si esta decisión se posterga, el malestar aumenta indefinidamente y resulta ser más intrusivo y disfuncional incluso que terminar con la relación si ninguna de las partes está dispuesta a mudarse. Afrontar una pérdida (ya sea de pareja, de trabajo, de ciudad…) aporta mayor sensación de control que la incertidumbre.

  • Un diagnóstico de enfermedad paliativa de un ser querido: ¿debería contárselo? ¿sufrirá más si tiene toda la información? ¿mentirle es lo correcto?
Es un ejemplo de control limitado muy similar al primero. Nos gustaría no encontrarnos ante este debate, pero la realidad es que el ser querido está enfermo. Aplazar la decisión de contarlo o no, ya supone una decisión porque actuamos como si nada ocurriese! ¿el estrés de mantener una mentira es menor que el de compartir la tristeza y el miedo a la muerte?

  • Un puesto de trabajo estable pero insatisfactorio: ¿y si busco otra cosa y me despiden antes de hacerme indefinido? ¿podré aguantar mucho más tiempo sabiendo que en esta empresa no puedo aspirar a más? ¿y si cambio de empresa y no me gusta el ambiente? ¿y si renuncio para apostar por lo que me gusta y sale mal?

La pregunta definitiva es: ¿qué es más importante para ti: satisfacer tu vocación o tu estabilidad? Y a continuación preguntarte: ¿y que es lo que estoy haciendo? Si mi intención es un cambio laboral pero, asumiendo la dificultad, mi comportamiento no se traduce en búsqueda activa de empleo, información para emprendedores o cualquier otra estrategia relacionada entonces no hay coherencia entre deseo y comportamiento. No hay control. No depende de mí. No hay objetivo. Aparece el estrés.

Muchas gracias por vuestros comentarios y mails.
Rocío Jover Martínez
Psicóloga
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