DoS. La Fórmula «Mágica» del Apoyo Emocional

Mañana se celebra la Jornada Mundial del Enfermo, originariamente instaurada por el Papa Juan Pablo II en 1992. Aprovechando esta fecha, me ha parecido interesante centrar el post de hoy en una de las consecuencias que tiene ser diagnosticado y etiquetado como “enfermo”.

Cómo un individuo afronta el diagnóstico de una enfermedad depende en gran parte de la valoración que haga de cómo dicha enfermedad pone en riesgo su vida. Es decir, nuestras emociones, sensaciones, pensamientos y comportamientos probablemente no serán iguales si nos diagnostican un resfriado, que si se trata de otra enfermedad como pueda ser el cáncer.
Evidentemente, como cualquier lector podrá imaginar, muchas son las consecuencias asociadas a un diagnóstico de estas características. Más aun si tenemos en cuenta las vivencias y situación personal de cada uno. Podemos encontrarnos entonces con multitud de casos diferentes aun teniendo originariamente el mismo diagnóstico.
Una de las consecuencias a las que menos atención se presta y que, sin embargo, ha demostrado ser muy importante en cuanto a la mejora o empeoramiento en la calidad de vida del enfermo, es el descenso en el apoyo recibido por parte del entorno.
La verdad es que en una sociedad en la que constantemente se premia el trabajo duro, la dedicación y el esfuerzo, resulta contradictoria la soledad en la que se encuentran los familiares cuidadores de pacientes dependientes, y por ende también los propios enfermos.
Digamos que para pasarlo bien siempre estamos dispuestos, pero en las situaciones más complicadas, como esta, la disposición es mucho menor. Y en mi opinión no es que esto sea por algo plenamente consciente o voluntario, sino por una cuestión de aprendizaje social. Es decir, está muy arraigado que cuando alguien comenta un problema de cierta gravedad, la respuesta automática que recibe es: “tranquil@, ya verás como todo saldrá bien”. Y ahí se queda. Te dan una palmadita en la espalda y se cierra el tema rápidamente, pues es mucho más cómodo hablar del tiempo que de la posibilidad de no curación de una enfermedad.
Repito que no es una cuestión de abandono o de “mala leche” por parte del que escucha, sino de una cuestión de autodefensa. Tengamos en cuenta que si la intención de quien te quiere es protegerte, consolarte y encontrar una solución inmediata a tu sufrimiento ¿qué se hace cuando no se haya solución alguna? ¿cómo se consuela a quien llora por esto? ¿cómo se aguanta un silencio solo roto por el llanto?
Sea como sea, al final, habiendo una misma situación, ¿por qué unos se pierden y otros quedan? Considero que lo importante para alcanzar el éxito en este sentido es ESCUCHAR, pues el problema principal en estos casos es que estamos más centrados en encontrar la respuesta perfecta que nos libre cuanto antes de una conversación tensa, que de ENTENDER verdaderamente lo que pasa por la mente del afectado. Y esto, que dicho así suena tan bonito, no es nada fácil y ocasiona con frecuencia frustración y abandono. 
Y tú, ¿te has encontrado en una situación parecida? ¿Cuál crees que es la fórmula “mágica”para mantenerse fiel a un ser querido que atraviesa por una situación difícil?
Feliz finde a tod@s!

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